-¿No te cansas?
    Tom y la misma pregunta de siempre, ¿no te cansas de esperar?
   Nunca le doy una respuesta, supongo que porque no la tengo clara o porque la tengo tan clara que prefiero callarme. ¿Cansarme? Todos los días vengo a la misma hora, a la misma cafetería perdida en medio de una ciudad repleta de luces, inspeccionando a cada persona, que como yo, viene, pide un café y, pierde el tiempo. 
    Yo dispongo de un libro, uno que me he leído cientos de veces pero que aún así me dan ganas de volver a empezar y pasar capítulos, sintiendo el final como si no fuera lo último, sino un nuevo comienzo. ¿Me he cansado alguna vez de él? No.   
    Esa era una respuesta clara y concisa. No. Supongo que él de mí sí. Igual que esta cafetería, sus gentes y Tom, siempre amable a la hora de servirme mi café y atento a cada una de las palabras que le digo después de su pregunta matutina.
    ¿Que qué hago aquí? Supongo que me gusta volver, me gusta recordar y pensar que todo vuelve a ser lo mismo. ¿Lo mismo? Lo mismo no. Nunca será lo mismo. Pero aquí estoy yo, pasando las hojas y ojeando cada palabra del libro. Un día más.
   

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